A veces, para alcanzar la vida
Es necesario morir.
Un viejo que caminaba por la calle De La Vuelta, vio que iban de la manito por la otra calle, la De La Ida, a una mamá con un niño de algo más de un año y le gritó casi murmurando y señalando al niño con los ojos que le quedaban de la vida, de los que quedan todavía tiritando:
Ese chico escribe!! , vos sos la mamá ?
Si- respondió la mujer todavía joven.
Vení, cruzá un momento.
La mujer, entre curiosa y angustiada le hizo caso y casi sin mirar por donde,
alzó al niño en sus brazos y cruzó hasta la calle De La Vuelta, apenas vereda de enfrente y una vez frente al viejo, bajó al niño de sus brazos y lo puso delante de él.
Mujer, no te asustes, simplemente, ya viejo, puedo ver más que vos, porque los viejos vemos más lejos en cualquier dirección y sentido porque para ver bien, esto es, sin mancha, sin color, sin sabor, sin olor y sin sonido, no hacen falta an
teojos, ni siquiera ojos, apenas Corazón.
A todo esto la pobre mujer, ya en medio de una mezcla extraña de asombro, curiosidad y desesperación, le dijo con la voz entrecortada:
… pero si mi hijo tiene apenas algo más de un año, casi dos, todavía no lee ni escribe, siquiera a veces algún garabato pero nada más.
Y ya más preocupada que curiosa y frunciendo el entreseño le dijo al viejo:
Pero don, a usted lo tengo visto hace años y después no volví a verlo más.
E inocente, le preguntó:
Se mudó?.
El viejo, con la paciencia que dan el cansancio y el dolor y mientras caminaba por toda la madre y el niño con los pies alados de sus ojos y para descansar un poco de su propio corazón le respondió:
Yo ya no estoy, yo ya no soy, no hay lugar donde me puedas ver u oír.
Y a pesar de no poder salir de la curiosidad, que ya convertía a su cara en la pintura perfecta del más hermoso espanto, alzó al niño hasta envolverlo en sus brazos y mientras cruzaba de regreso, casi sin mirar hasta la calla De la Ida, escuchó lo que el viejo le gritó en un murmullo, cosa que el viejo hizo hasta donde la voz que no tenía le permitió:
Ese Chico ya escribió mi vida y mi dolor tantas veces, que si aún el mundo fuese sólo una biblioteca, no habría lugar para guardar tantos libros porque en el único lugar donde tanta vida y tanta muerte tienen un lugar posible, es en Sus Ojos y en Sus Manos, porque ese chico Soy Yo.
Dicho esto, la mujer que había cruzado, se dio vuelta y casi se muere porque el espacio que separaba a la calle De La Ida de la calle De La Vuelta era tan pequeño que cuando creyó haber recorrido una cierta distancia, sólo había dado un paso tan breve que alguien diría que ni se movió y el viejo que ya no era tampoco estaba. Convencida de que se puede ver y oír una pesadilla, porque el verdadero sueño no se sueña con los ojos cerrados, juró por su hijo y no lo hizo por Dios porque no sabía ni le importaba saber donde podía y solía Dios Ser Dios en momento tan eterno como ese, que iba a contar con detalles Nada apenas viera a Nadie.
Y así, recorrido el interminable pasillo y casi sin mirar a los vecinos, casi con miedo a que el cielo de los ojos de su hijo traicionara su secreto y todavía temblando le dijo a su marido en voz casi tan baja que sonaba a grito:
Vi a nuestro hijo.
Pero mujer, si lo traías en brazos, cómo no lo vas a ver?.
Te digo que Vi a nuestro hijo, pero quedate tranquilo…
Y algo agitada agregó:
No vi nada…no vi nada…
Francisco Monteleone
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