Bienaventurados
los ojos como rescoldos
y la pesada risa de oro
perfumada de vino.
Bienaventurada
la mano expandida,
sobre unos pechos escapados a volar,
como un último pelotón de pájaros
sobre unos húmedos escombros de sol.
Bienaventurados
los viejos infinitos,
engarzados en polvo brillante
de la última luz de agosto.
Bienaventurados
los chicos eternos, de las alas claras de hambre,
y el aliento azulino enarbolando el fuego,
hasta consumar el incendio de la última esperanza.
Bienaventurados
los puertos que atardecen las piernas del tiempo,
remolcando una hoguera de proas,
hasta la pausa inmortal del horizonte.
Bienaventurados
los desaventurados por amar,
porque de éllos serán,
el Dolor y la Gloria
por siempre!.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario